Por: Alejandro Meza
La Universidad Michoacana se ha convertido en un escaparate de dimensiones insospechadas, al que todos quieren subirse a como dé lugar. La crisis financiera ha trascendido en toda su magnitud y la clase política no ignora la importancia de figurar en el rescate de la Casa de Hidalgo, porque esto significa revindicar el patriotismo nacional y el compromiso social con la educación universitaria.
El repentino furor obedece a una lógica coherente provocada por la mayoría legislativa de las fuerzas progresistas que existe en los congresos local y federal, quienes han ratificado su compromiso para respaldar a la UMSNH, y como consecuencia se ha originado la turba parlamentaria que se suma en pro de la institución educativa, a fin de formar parte activa en el rescate.
No resulta sorpresiva la suma de voluntades que ahora se pronuncian en favor de la Universidad Michoacana, aun cuando habían mostrado su encono infundado a la nicolaita, condicionándola a violentar la autonomía a cambio de recursos, con argumentos insostenibles que pretendían erradicar los derechos adquiridos de los universitarios.
El efecto provocado por la imagen del presidente electo ha logrado permear en diversos estratos de nuestra sociedad, induciendo tácitamente en Medardo Serna una “convicción” progresista, alejada del discurso de continuidad que pregonaba hace apenas unos meses, olvidando por completo sus fobias hacia los gobiernos populistas.
Hoy caminan a la izquierda de la Universidad Michoacana los progresistas y a la derecha los reaccionarios, en busca de un presupuesto suficiente y con la propuesta de elevar a la Máxima Casa de Estudios a rango nacional, sin condiciones que lesionen la autonomía en los asuntos de competencia exclusiva de los universitarios.
Todo parece ir viento en popa y agradecemos el apoyo incondicional de los legisladores amigos y de los adversarios, porque sabemos que el próximo año habrá un panorama totalmente diferente: nuevo gobierno federal, otro rector, mayor presupuesto y probablemente transparencia y rendición de cuentas. El futuro inmediato parece resuelto, sin embargo, la incertidumbre del presente asfixia a los trabajadores que no han percibido sus salarios devengados desde el pasado 28 de septiembre.
El rector busca una salida tersa de su mandato y seguramente considera que las manchas de su nombre desaparecerán si la universidad inicia el 2019 en un estado financiero de aparente sanidad. El pasado y los agravios no se olvidan y la federación tiene que tomar cartas en el asunto y averiguar de fondo el origen de la crisis y los responsables que la provocaron.
¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!
¡VIVA ETERNAMENTE EL SUEUM!