Por: Alejandro Meza
No se puede hablar de nicolaicismo por el hecho de ostentar una matrícula estudiantil o una clave de empleado en la Casa de Hidalgo. El verdadero espíritu nicolaita va más allá de la inmediatez simplista de la adscripción y la fraseología estereotipada. “Cuna de héroes, crisol de pensadores”; un lema tristemente vacío, debido al acartonamiento en los documentos oficiales, que frecuentemente resultan contradictorios con la verdadera esencia nicolaita.
Asumirnos como nicolaitas significa enarbolar las banderas progresistas contra el aberrante deterioro que hoy sufre la Universidad Michoacana, cautiva de los abusos y de las pretensiones regresivas a las que se quiere someter a la centenaria institución; privilegiando intereses ajenos a la comunidad y bajo sentimientos mezquinos de un puñado de falsos profetas, que indignamente visten los colores nicolaitas y portan a escondidas la camiseta de la privatización y el entreguismo.
Los verdaderos nicolaitas custodiamos recelosos nuestra autonomía, defendemos la gratuidad educativa y pugnamos porque las puertas se abran para los jóvenes que menos tienen y aspiran a mejores condiciones de vida mediante la superación.
Los nicolaitas de probeta, los extranjeros a nuestra casa buscan un beneficio sustancioso, mediante proyectos egoístas y salarios onerosos. Su función consiste en el derroche y el quebranto financiero, pretextando una migración a la modernidad, para aniquilar la autonomía y el derecho, amparados por los demonios de la opacidad.
Transparencia y rendición de cuentas son solamente conceptos de mercado, inexistentes en la Universidad pronunciados por falsos nicolaitas, beneficiarios del desorden, en detrimento de la comunidad.
Es fácil hablar de nicolaicismo cuando el concepto se asume desde las flamantes oficinas de los funcionarios, que son quienes mancillan el espíritu intrínseco del verdadero nicolaita.
Es inaceptable pretender corporativizar el nicolaicismo, con intenciones privatizadoras que ofenden el recuerdo del Padre de la Patria, pero sobre tedo, lesionan profundamente los principios y el derecho de una comunidad nutrida y progresista que pugna por un cambio verdadero.
Cada día está más cercana la fecha del centenario y resulta vergonzoso que las autoridades quieran celebrar con bombos y platillos una institución que se está desmoronando debido a las malas administraciones de los últimos años. Cien años de nicolaicismo en nuestra casa son suficientes para demostrar la historia de las luchas sindicales y estudiantiles, anteponiendo siempre el nombre de nuestra institución, pero sobre todo, el grito enardecido de quienes somos orgullosamente nicolaitas y estamos dispuestos a defender con todo el nicolaicismo verdadero.
¡Hasta la victoria siempre!
¡Viva el SUEUM!