Por: Alejandro Meza

Hace no muchos ayeres la Universidad Michoacana era un centro de debate y discusión del pensamiento crítico. Existían problemas que se solventaban por la vía del diálogo; una mujer era la encargada de llevar las riendas de la institución, enalteciendo la condición humanista inscrito en las bases del nicolaicismo. Hoy, quienes rigen a la Universidad se empecinan en arrancar de tajo esos principios y terminar con todo indicio opositor a los mandatos absolutistas del actual rectorado.
Concluyeron los tiempos en los que el Consejo Universitario era un órgano analítico de la problemática universitaria, hasta convertirse en un aparato de legitimación del jefe soberano, sin importar la violación de su reglamento interno y de los Contratos Colectivos de Trabajo, asumiendo posturas en detrimento de sus propios derechos laborales; sin considerar que todo cuanto avalan sin un debate previo y razonado, será posteriormente la destrucción de su estabilidad y su futuro.

La postura de un Consejero Universitario no puede estar apegada a la línea marcada por la rectoría, cuando se carece de los elementos primordiales para votar una serie de medidas que transgreden a la Ley Orgánica, que no dota de facultades a los consejeros para su intromisión en asuntos de carácter laboral. Las negociaciones y convenios laborales son una facultad del rector y el consejo tiene que estar informado sobre ellos, pero no está estipulada su intervención, ya que, el rector es el representante de institución en ese sentido.

Los trabajadores vivimos tiempos complicados, ante la unilateralidad con la que se pretende golpear a los sindicatos, aludiendo la socialización de una reforma infame, ante la falta de capacidad negociadora para sostener un diálogo directo con las representaciones sindicales. Es evidente la búsqueda incesante de la división como factor primordial para consumar una medida intransigente; consumando estrategias baratas en pro de la inestabilidad: descuentos arbitrarios a los estímulos de puntualidad, suspensión de las despensas en especie, retención del concepto de ayuda sindical, son solo algunas de las peripecias golpistas de la actual administración que tienen la intención de generar división y confusión.


La química es la principal fortaleza del rector, pero el cálculo político es su gran debilidad, porque en lo que va de su mandato no ha aprendido que el SUEUM es un sindicato fuerte y solidario que se fortalece frente a los embates del enemigo y tiene la capacidad humana para la movilización en tiempos de crisis.
En el pasado hubo grandes rectores progresistas, conocedores de la gestión y sensibles ante las necesidades primordiales de su comunidad. Recordamos a la Doctora Silvia Figueroa Zamudio, como nuestra rectora predilecta, con el merecido cariño de los verdaderos nicolaitas. Con esa misma fuerza repudiamos profundamente a todos los que vinieron después con el intento de mutilar nuestro derecho; reprobamos la gestión de Medardo Serna, el rector del oscurantismo financiero, enemigo de los trabajadores, asiduo frecuente a la mentira y a los golpes arteros en contra de quienes hoy hacen posible el progreso de la Universidad. Nunca aprendió que sus medidas represivas nos fortalecen y nos invitan a la lucha en unidad.

¡Hasta la victoria siempre!
¡Viva el SUEUM!